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Libros de Historia

Miguel Ángel Naranjo Sanguino: La milicia Nacional de la ciudad de Badajoz. Badajoz, 2008.

NARANJO SANGUINO, Miguel Ángel: La milicia Nacional de la ciudad de Badajoz y su marco provincial hasta la disolución de 1844. Badajoz, Diputación Provincial, 2008. 205 págs. I.S.B.N.: 978-84-7796-112-3

 

               El profesor Miguel Ángel Naranjo, especialista en la Extremadura del siglo XIX, nos ha vuelto a sorprender con un nuevo libro. En esta ocasión analiza la Milicia Nacional de la ciudad de Badajoz, desde su formación a partir de 1812 hasta su disolución prematura en 1844. Como es bien sabido, en la Constitución de Cádiz se estableció, como complemento del ejército regular, la formación de una Milicia Nacional, organizada a nivel provincial y local con el objetivo de defender al Estado liberal. Ello delataba a las claras la necesidad que tuvo la débil burguesía española de contar con el brazo militar para hacer su revolución liberal. Por otro lado, el hecho de que naciese ligada a un bando condicionó su devenir; cada vez que se restauraba el absolutismo o gobernaban los moderados era abolida, restableciéndose cuando accedían al poder los progresistas. De hecho, fue abolida en 1814 y restablecida en 1822, para ser de nuevo suprimida entre 1823 y 1833 coincidiendo con la Ominosa Década. Todo ello, le confirió un grado de provisionalidad que le impidió cumplir satisfactoriamente con sus objetivos.

Hasta la fecha se había estudiado la Milicia en algunas ciudades como Madrid (Pérez Garzón, 1978), Cádiz (García León, 1983), Valencia (Chust, 1987), Lérida (Casals, 2002), Pamplona (Herrero Maté, 2003) o Vic (Portet, 2003). Sin embargo, para Extremadura apenas disponíamos de algunas referencias esporádicas a la Milicia de Badajoz, Mérida, Trujillo o Cáceres. El presente trabajo viene a llenar un hueco en el panorama historiográfico extremeño y español. Dada la carencia de fuentes bibliográficas el presente libro se fundamenta en fuentes documentales, extraídas básicamente de dos repositorios, a saber: el Municipal de Badajoz y el de la Diputación Provincial.

                  Se analizan detalladamente los más de 800 expedientes de reclutas para alcanzar conclusiones prácticamente definitivas. El número de milicianos que hubo en Badajoz puede considerarse medio en el panorama nacional, inferior a ciudades como Madrid o Valencia con 11.168 y 3.668 milicianos respectivamente pero superior a ciudades como Lérida, Pamplona o Vic. Sin embargo, en el panorama extremeño la Milicia de Badajoz fue la más regular y numerosa. De hecho, en 1822 se supo que de los más de 350 municipios que había en Extremadura tan sólo 18 disponían de un batallón de Milicias. Y las que sí disponían de Milicia Nacional como Mérida, Cáceres o Trujillo su número era a todas luces insuficiente. No en vano, en esta última ciudad, en el momento de máximo auge de su Milicia, llegó a disponer tan sólo de 400 hombres, aunque eso sí, con un notorio cuadro de oficiales. La mayor parte de los milicianos pacenses procedía de la clase media urbana (funcionarios, profesionales liberales, comerciantes, empleados y en menor medida propietarios de tierras), siendo el número de jornaleros, campesinos y agricultores muy reducido. De hecho, cerca del 85 % trabajaba en el sector terciario. Sin duda, la Milicia Nacional fue elitista de acuerdo con los ideales del liberalismo doctrinario. De hecho, según Domínguez Ortiz, en diversas ciudades se estableció como criba para pertenecer a ella, acreditar unos ingresos mínimos de 5 reales diarios. Por lo demás, como se desprende de este estudio, la inmensa mayoría de los milicianos pacenses tenían edades comprendidas entre los 18 y los 50 años (el 98,46 %) y en su mayoría eran casados (60,52 %).

La Milicia Nacional de Badajoz, al igual que las del resto de España, dependió de la Diputación Provincial, que era la que se encargaba de controlar, coordinar y vigilar el funcionamiento de las distintas milicias locales. Pese a esta supervisión siempre adoleció de medios suficientes de financiación para desarrollar eficazmente sus funciones. La Diputación Provincial colaboraba económicamente, e incluso, cedía locales desamortizados para que en caso necesario sirviesen de cuarteles. En el caso de Badajoz, el armamento se obtenía de los arsenales militares que había en la ciudad. Sin embargo, los pertrechos eran tan escasos que en 1837 había nada menos que 177 milicianos sin armas. El resto de los gastos recaía sobre los sufridos y esquilmados ayuntamientos. Una importante fuente de financiación siempre fue la cuota que se cobraba a los exceptuados que en el reglamento de 1820 se fijo en 5 reales mensuales.

Sus objetivos, como destaca el autor, fueron dos, a saber: uno, luchar contra las partidas de carlistas que de cuando en cuando hacían su aparición en tierras extremeñas. Y dos, perseguir a los malhechores y ladrones que proliferaban sobre todo en el medio rural. Cada vez que se tenían noticias de bandas de asaltantes se organizaban grupos de milicianos para perseguirlos, vigilarlos y controlarlos.

               Su autor concluye diciendo que la Milicia Nacional de Badajoz, tuvo graves carencias como las demás existentes en las más diversas ciudades españolas. Todo ello le restó eficacia frente a la brutal reacción absolutista. Además de medios, les faltó convicción frente a las tropas carlistas, siempre mucho más motivadas. Tampoco fue demasiado eficaz su lucha frente a los grupos incontrolados de malhechores, básicamente por su escasa preparación militar y por su deficiente organización.

 

Esteban Mira Caballos

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