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Libros de Historia

EL RÉGIMEN JURÍDICO DE LAS ARMADAS DE LA CARRERA DE INDIAS

EL RÉGIMEN JURÍDICO DE LAS ARMADAS DE LA CARRERA DE INDIAS



CABALLERO JUÁREZ, José Antonio: El régimen jurídico de las armadas de la Carrera de Indias. Siglos XVI y XVII. México, U.N.A.M., 1997, 387 pp. (Publicado en Historia Latinoamericana en Europa Nº 24. Torino, 1999, pp. 40-43)

 

            Esta obra, publicada por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, contribuye brillantemente al conocimiento de las Armadas y Flotas de Indias en la Edad Moderna.

            La principal virtud del trabajo es que auna las labores de síntesis sin descuidar la investigación. Así, por un lado, el autor ha compendiado la extensa bibliografía existente sobre la temática que abarca desde las clásicas obras de Clarence H. Haring o Guillermo Céspedes del Castillo hasta las más recientes de Pablo E. Pérez Mallaína, José Luis Rubio, Antonio García-Baquero y Antonio Miguel Bernal entre algunos otros. Sin embargo, por otro lado, ha cotejado esas informaciones con una revisión documental llevada a cabo en varios repositorios españoles, a saber: el Archivo General de Indias, el Archivo del Museo Naval de Madrid, la Biblioteca Nacional y la Biblioteca del Palacio Real.

           El libro se estructura en seis capítulos, más un apartado de fuentes y dos anexos. El primer capítulo lo titula: Génesis y desarrollo del sistema, el cual hace las veces de introducción y síntesis global de lo que desarrollará con detenimiento en el resto del ensayo. Así, pues, en este apartado se traza un bosquejo que abarca desde el mismo Descubrimiento de América, hasta el sistema naval en tiempos de Carlos II. Llama la atención, en un trabajo tan exhaustivo, que en un epígrafe dedicado a la Casa de la Contratación no cite la conocida obra que la investigadora Juana Gil-Bermejo dedicó a la mencionada institución.

           El segundo capítulo analiza las más altas instituciones competentes en la gestión y provisión de las Armadas de Indias. Describe con detalle las competencias propias del rey y las que éste delegaba en el Consejo de Indias, la Casa de la Contratación y la Junta de Guerra de Indias. Como bien afirma el autor, el rey era la cabeza de toda la jerarquía estatal, y sólo él decidía los poderes que delegaba y a qué organismos.

           Seguidamente, en el tercer capítulo, el autor indaga en los mandos de las armadas que eran los siguientes: el capitán general, el almirante, el gobernador del tercio, los capitanes, el veedor y el contador. El capitán general era, como es obvio, la máxima autoridad de la armada, siendo el rey el único que podía investirlo. En cuanto al lugarteniente, era un oficio que apareció en la segunda mitad del quinientos, configurándose desde entonces como el segundo mando de a bordo. Inicialmente era la Casa de la Contratación la que lo designaba por delegación real pero, a partir de 1561, fue el mismo monarca quien expedía el nombramiento. Por su parte, el gobernador del tercio se encargaba de coordinar las tropas de infantería que se encontraban embarcadas. En relación al capitán debemos decir que frecuentemente solía ser el dueño o propietario del navío. Asimismo, solía desempeñar a la vez el cargo de maestre. El capitán tenía la máxima responsabilidad dentro del buque y respondía directamente ante el capitán general. Y finalmente, el veedor y el contador eran dos oficiales cuyo trabajo no estaba tan directamente relacionado con la actividad de la Armada. En realidad, su función estaba dirigidas a salvaguardar los intereses reales; el primero, velando por el cumplimiento de la normativa vigente; y el segundo, registrando cualquier operación que afectara a los fondos, bienes, derechos y obligaciones de la armada, así como de hacer las libranzas que fueran necesarias.

           En el capítulo cuarto, se traza un detenido estudio, por un lado, de la tipología y pertrecho de los navíos, y por el otro, de la tripulación. Realmente, se trata de un capítulo muy extenso -unas setenta y cinco páginas- donde se afrontan dos cuestiones muy distintas. Quizás hubiera sido más correcto haber dedicado el capítulo cuarto al estudio de la tripulación, siguiendo al tercero en el que se trataron los mandos de las armadas, y haber dejado la tipología naval para otro capítulo independiente. Así, pues, en esta densa sección se tratan los distintos tipos de embarcación utilizadas, es decir, naos, galeones, carabelas, carracas y pataches fundamentalmente. Además, no sólo es descrita la tipología sino que además se describe todo el proceso que va desde la fabricación hasta su precio o su puesta a punto. El apresto de una nave consistía no sólo en dotarla de todos los petrechos y jarcia necesaria para su buena navegación sino también en mantenerla en buen estado. Si necesitaba una reparación a fondo se carenaba, mientras que si tan sólo hacía falta un repaso superficial se daba de lado, según la terminología de la época. Como ya hemos afirmado, en este mismo capítulo se hace un detallado examen de todo lo relacionado con la tripulación, es decir, alistamiento, salario, servicios que prestaba y privilegios. El capítulo termina con una breve narración de la vida y la muerte a bordo del navío.

          El capítulo quinto, está dedicado íntegramente a los aspectos relacionados con la navegación, a saber: los puertos -tanto peninsulares como indianos-, las derrotas, el calendario de actuación, el orden del convoy y las funciones de las distintas armadas indianas.

          Y finalmente, en el sexto capítulo -más reducido que los anteriores- se analiza la financiación de las armadas. Una especial atención se presta al estudio de la avería, impuesto esporádico de viejos orígenes castellanos que gravaba con un porcentaje las mercancías que iban o venían de las Indias a los puertos andaluces. Como han escrito recientemente las profesoras del Vas Mingo y Navarro Azcue, su fin último era reducir el riesgo del transporte marítimo contra peligros no cubiertos por los seguros marítimos ordinarios.

          El libro se cierra con varios apéndices documentales, donde destaca una relación bastante completa de los distintos viajes de las armadas de Indias entre 1521 y 1599. En esta relación se especifica la fecha, el tipo de armada, el nombre de su general o almirante, así como algunas observaciones esporádicas.

          Creo que el libro de Juan Antonio Caballero constituye un aporte fundamental para la historia naval de España y América. Un tema difícil porque cubre nada menos que dos siglos de navegación ultramarina, con dos grandes escollos a salvar: las lagunas existentes -que han sido solventadas con una investigación propia- y la abundantísima bibliografía que el autor ha sabido sintentizar.

           Pocas son, por tanto, las críticas que se pueden hacer a esta obra. Tan sólo queremos mencionar alguna ausencia bibliográfica y documental. En cuanto a lo primero, debemos señalar que no aparecen algunos trabajos clásicos y a la par fundamentales de Rumeu de Armas, Carlos Martínez Campos y Ricardo Cerezo Martínez. Asimismo, cuando se refiere a los navíos de aviso omite algunas publicaciones monográficas de la investigadora Antonia Heredia. Y en lo que se refiere a la documentación se percibe la ausencia del Archivo General de Simancas, que posee un material relativamente abundante para este tema de investigación en las secciones de Secretaría de Estado, Guerra y Marina y Consejo y Juntas de Hacienda. A pesar de estas pequeñas observaciones, podemos concluir que estamos ante un libro bien escrito y a la vez sólido, recomendable no sólo para los investigadores de los temas navales sino para cualquier interesado en la temática histórica.

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

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