HISTORIA SOCIAL Y ECONÓMICA DE LA REPÚBLICA DOMINICANA
CASSÁ, Roberto: Historia social y económica de la República Dominicana, T. I. Santo Domingo, Editora Alfa y Omega, 2003, I.S.B.N.: 99934-76-82-X
Desde que esta obra viera la letra impresa, allá por 1976, se ha convertido en todo un clásico de la historiografía americanista y especialmente de la dominicana. De hecho, ha sido un manual básico para centenares de estudiantes de historia en su país pero también para muchos investigadores, de muy distintos rincones del mundo, que pretendíamos aproximarnos a la historia de la República Dominicana, llamada en época colonial la Española. Una treintena de reediciones y centenares de referencias en repertorios bibliográficos son una buena prueba de todo lo que estamos diciendo. Pues, bien, veintisiete años después aparece esta nueva edición, en este caso revisada, corregida, reescrita y sustancialmente ampliada. De momento, solo ha aparecido el primer tomo, dedicado a la geografía y a la historia del país desde los orígenes hasta el final del período colonial.
El autor, reconoce que se trata de la misma obra de 1976 y en parte tiene razón, pues, además del título, mantiene la estructura y la secuenciación cronológica de los contenidos. Sin embargo, aunque muchos aspectos recuerdan a la clásica obra, los capítulos incorporados, los novedosos puntos de vista, los nuevos cuadros y el material gráfico hacen que se mantenga la atención del lector desde la primera línea a la última.
Sorprende que el autor haya reescrito el libro en su totalidad hasta el punto que, comparando los textos con los de 1976, no es posible encontrar ni tan siquiera dos líneas iguales. Parece obvio, pues, que no se han ahorrado esfuerzos en esta nueva redacción lo cual nos parece digno de elogio, pues, hoy en día abundan las versiones ampliadas que mantienen los textos preexistentes.
Asimismo, es de destacar el esfuerzo realizado para integrar los nuevos conocimientos aportados por la extensa producción bibliográfica que ha visto la luz en los últimos veinticinco años. Son decenas los trabajos publicados en revistas europeas y americanas y los libros editados en muy distintas universidades lo que denota el interés general por la Historia de este país, especialmente por su pasado colonial.
Encontramos dos nuevos capítulos, sumando un total de diecisiete frente a los quince que tenía la edición original. Estos dos capítulos son el primero, dedicado a la geografía física y humana de la isla, y el cuarto, en el que aparece una interesante síntesis de los principales aspectos de la historia africana. Efectivamente, el capítulo primero, titulado El territorio Dominicano y su poblamiento, era una carencia de la obra anterior que empezaba directamente por los antecedentes históricos europeos, sin hacer la más mínima referencia a la geografía de la isla y al particular marco caribeño. No debemos olvidar que la obra pretendió servir en todo momento de manual de historia dominicana lo cual justifica más si cabe la necesidad de incluir esta parte dedicada al espacio. En ella se recorren aspectos como la geomorfología, el relieve, los recursos naturales y el poblamiento, con especial incidencia en el aspecto fronterizo con Haití, subrayando, obviamente, su condición de barrera política, no geográfica.
Pero, no menos acertada es la inclusión de un capítulo dedicado a la historia del mundo africano, pues, como es bien sabido, el aporte de este continente, junto con el europeo y, por supuesto, el sustrato americano, fueron claves en la conformación del ser y de la cultura americana y particularmente de la dominicana. El mismo autor justifica su decisión al decir que “de ese continente provino, en orden de aparición, la tercera fuente para la formación de la población dominicana, pero la más importante desde el punto de vista de la cuantía demográfica”. Se incide especialmente en la división entre el África Septentrional y el Meridional a partir de la conformación del desierto del Sahara. Pese a que esta frontera física nunca fue infranqueable, y cada vez más tenemos noticias de los abundantes contactos económicos y culturales que hubo entre el norte y el sur, lo cierto es que sí marcó a rasgos generales una división y, en el caso del África Subsahariana, un “afianzamiento de los rasgos negro-africanos”. El capítulo finaliza destacando ampliamente los efectos de la trata negrera a ambos lados del océano; un tráfico que estuvo incentivado por las amplias ganancias que esta práctica proporcionaba a los traficantes. Las consecuencias son bien conocidas: por un lado, un drama demográfico en el continente negro, cuyos efectos se atisban todavía en la actualidad. Y por el otro, el mestizaje del continente americano, a donde llegaron entre diez y quince millones de subsaharianos.
En el capítulo siguiente, dedicado a los pobladores aborígenes, encontramos nuevos epígrafes y, sobre todo, nuevos enfoques. El autor insiste especialmente en el carácter pluriétnico de la isla, donde no solo había taínos, sino también macorixes, ciguayos y arcaicos ciboneyes, aunque eso sí, estaban en pleno proceso de “tainización”. Es de agradecer la incorporación, en esta edición, de sendos mapas sobre la división territorial y tribal de la isla tomando como fuente, por un lado, a Pedro Mártir de Anglería y, por el otro, a fray Bartolomé de las Casas y a Gonzalo Fernández de Oviedo.
También encontramos reinterpretado y más desarrollado el capítulo séptimo, dedicado a la institución de la encomienda. Destaca el papel del Comendador Mayor de la Orden de Alcántara, frey Nicolás de Ovando, por un lado, en la conformación del nefasto sistema de la encomienda, y por el otro, atribuyendo al extremeño una idea preconcebida de genocidio, al provocar intencionadamente las conocidísimas guerras de Higüey y Xaragua. Tal planteamiento se recogía ya en la edición de 1976 y nos parece quizás exagerado por las profundas convicciones religiosas del Comendador Mayor, por el fomento, de acuerdo con sus instrucciones de gobierno, de los matrimonios mixtos entre españoles e indios y por la pionera experiencia que llevo a cabo con estos desdichados nativos con el objetivo de averiguar si eran capaces o no de vivir en libertad, antecedente remoto de las futuras reducciones.
Asimismo desarrolla ampliamente a la luz de la nueva bibliografía los capítulos noveno y décimo, dedicados respectivamente a la industria azucarera y a la economía y la sociedad en el quinientos. En cambio, en el siguiente se estudia el devenir de la isla a lo largo de la centuria decimoséptima, haciendo especial hincapié en las devastaciones de Osorio. Sin embargo, lo más interesante de esta parte es el análisis de la situación de la isla en la segunda mitad del seiscientos. Se trata de una de las cuestiones más novedosas incorporadas en esta edición porque esta parte de la historia dominicana permanecía prácticamente olvidada por la historiografía. Y ello debido probablemente a que fue una de las épocas más decadentes y deprimidas de la historia dominicana.
En el siglo XVIII se produjo la recuperación demográfica y económica de la isla, arribando un nuevo contingente de españoles, especialmente de canarios. De hecho, se estima que, entre 1698 y 1864, llegaron a la Española unas 2.947 personas procedentes de este archipiélago. El hato ganadero, la crisis del orden colonial y la ocupación haitiana son otros aspectos analizados en el libro.
En cuanto a la bibliografía ya hemos dicho que incorpora e integra una buena parte de las investigaciones que se han publicado en las últimas décadas. Sin embargo, llama la atención que, tratándose de una ampliación de la obra inicial, elimine una buena parte de la bibliografía clásica que manejó en la primera edición. Historiadores de rango universal como Henri Pirenne, Frédéric Mauro Georges Duby, Albert Soboul, Georges Lefebvre o Marc Bloch desaparecen de la bibliografía, quizás con la intención de ofrecer unas referencias centradas exclusivamente en la historia dominicana. También se suprimen de la lista
–probablemente por descuido- otros autores americanistas pero no menos clásicos como Guillermo Céspedes del Castillo, Silvio Zavala o Frank Moya Pons.
En definitiva, y para finalizar, creo que el profesor Cassá ha escrito una obra fundamental para la historiografía dominicana. Una actualización y modernización de su clásico manual que servirá para que las nuevas generaciones de historiadores dominicanos y otros muchos estudiosos de la historia colonial puedan aproximarse con todas las garantías científicas a la historia de este país caribeño.
Esteban Mira Caballos
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