Blogia
Libros de Historia

LAS INDIAS DE CASTILLA EN SUS PRIMEROS AÑOS

LAS INDIAS DE CASTILLA EN SUS PRIMEROS AÑOS

LADERO QUESADA, Miguel Ángel: Las Indias de Castilla en sus primeros años. Cuentas de la Casa de la Contratación (1503-1521). Madrid, Dyquinson, 2008, 540 pp. I.S.B.N.: 978-84-9849-259-0

 

 

Este nuevo libro del profesor Ladero Quesada cierra un ciclo, que comenzó hace más de una década, en el que ha estudiado las cuentas del doctor Sancho de Matienzo, tesorero de la Casa de la Contratación. Ya había publicado algunos avances en 2002 y en 2006 que se han visto culminados brillantemente con la publicación de este extenso volumen.

La citada contabilidad era de sobra conocida y, por supuesto, había sido trabajada por casi todos los investigadores que se dedican al estudio de la colonización temprana de América. Desde Fernández de Navarrete a Carmen Mena, pasando por Alice Gould, Clarence H. Haring, Earl Hamilton, Juan Manzano, Pierre Chaunu o Juan Gil. Incluso, se habían publicado algunos fragmentos, sobre todo los relativos a Colón y al apresto de armadas. Sin embargo, disponer de la contabilidad completa de Sancho de Matienzo en un volumen impreso es un lujo impagable para los que nos dedicamos al estudio de los primeros años de la colonización. Además, el profesor Ladero ha tenido el empeño de cotejar y completar los documentos conservados en el Archivo de Indias, con otros que se custodiaban en el de Simancas y que, al parecer, no habían sido utilizados por los investigadores.

El valor que tiene el manuscrito publicado es francamente excepcional, pues, aporta pequeños datos que matizan infinidad de aspectos por aquí y por allá. Unos relevantes y otros marginales, pero en todos ellos se palpa la agitación, el trasiego y el bullicio de esos pioneros años. Detalles que a pie de archivo, en la apresurada lectura del manuscrito, pasaban desapercibidos y que ahora, leídos pausadamente en este libro, provocan un sobresalto tras otro. Además, como bien señala el autor del libro, no solo aparecen datos relativos a América sino también a otras áreas que, en sus orígenes, fueron competencia de la Casa de la Contratación, como Berbería o las islas Canarias. Interesantes informaciones que igual hablan de la venta en Sevilla de 35 moriscos de Hornachos (Badajoz) que de la explotación de las almadrabas gaditanas.

De especial interés son los aportes a la economía indiana en las dos primeras décadas del siglo XVI. Las cifras aportadas confirman algo que ya sabíamos, es decir, que fue el Comendador Mayor frey Nicolás de Ovando quien convirtió el ruinoso virreinato colombino en una colonia viable y rentable. Éste llegó a las Indias en 1502 para hacerse cargo de la gobernación de una isla que era un auténtico desastre, lo cual motivó que sus poderes fuesen enormemente amplios, pues, estaban pensados para solventar una situación excepcional. No cabe la menor duda de la importancia del gobierno de Ovando a la hora de consolidar la colonización. No en vano fue en estos años cuando se fundaron los primeros hospitales, se diseñó el primer urbanismo y se asentaron los fundamentos de un nuevo orden económico y social que, con muy pocas variantes, pasó luego al continente americano. Como bien explica Miguel Ángel Ladero, el Comendador Mayor no solo sistematizó el trabajo minero sino que inició la explotación del palo brasil y se preocupó por el desarrollo de las empresas agropecuarias, tan necesarias para la misma supervivencia de la colonia.

Aunque el autor insiste que su único objetivo fue poner a disposición de los investigadores las cuentas de Matienzo, la verdad es que no se pudo resistir a elaborar una introducción de nada menos que 237 páginas. En ellas intentó desbrozar algunos de los principales aportes. Y ahí comienza verdaderamente el problema porque el documento aporta tantas cosas y de materias tan diversas que cualquier introducción hubiese resultado necesariamente incompleta. Trató algunos temas de gran interés pero omitió otros no menos importantes, como la farmacopea o el arte. Por las cuentas se pasean escultores, pintores, bordadores y plateros que aportan infinidad de detalles. Baste decir que del afamado escultor Jorge Fernández Alemán y de su hermano, el pintor Alejo Fernández, autor de la famosa tabla de la Virgen de los Navegantes, conservada en el Alcázar de Sevilla, se enviaron un buen número de imágenes de bulto redondo. Sin duda, el taller de los Fernández Alemán debió ser de los primeros que trabajaron en Sevilla de forma casi industrial, adelantándose bastantes décadas a otros de la envergadura del de Martínez Montañés o de Francisco de Zurbarán.

Por lo demás, encontramos pequeños errores o despistes sin importancia, como confundir, siguiendo a Úrsula Lamb, a Cristóbal de Santa Clara, tesorero de La Española en tiempos de Ovando, con otro colono de la isla, llamado Bernardino de Santa Clara. O cuando por error llama al famoso indio guatiao de Cristóbal Colón, Diego Colón, al que le puso ese nombre en honor a su primogénito, como Pedro Colón.

Y para finalizar, pienso que debió cotejar las cuentas de la Casa de la Contratación con las de la tesorería de la isla Española que se conservan casi íntegras. Las de Cristóbal de Santa Clara están publicadas, mientras que las de Miguel y Esteban de Pasamonte, se custodian en los repositorios del Archivo General de Indias. Sabemos lo que se recibió en Sevilla, pero también lo que se produjo y se gastó en las Antillas Mayores en las dos primeras décadas del siglo XVI. El cruce de ambas contabilidades puede aportarnos datos de gran interés.

Antes de acabar estas líneas, quisiera insistir en que estas pequeñas observaciones en absoluto empañan el meritorio trabajo realizado por el profesor Ladero. Que nadie dude que este libro es, desde el mismo momento de su publicación, de consulta obligada para todos los estudiosos de la colonización temprana en el Nuevo Mundo.

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

0 comentarios