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Libros de Historia

BREVÍSIMA RELACIÓN DE LA DESTRUICIÓN DE LAS INDIAS

Fray Bartolomé de Las Casas: Brevísima relación de la destruición de las Indias (Ed. de José Miguel Martínez Torrejón). Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2009, 286 pp.

 

             Estamos sin duda ante una edición prácticamente definitiva de la Brevísima. Se había editado decenas de veces tanto en español como en otros idiomas, siendo una de las obras más influyentes en el pensamiento occidental durante los últimos cinco siglos. Sin embargo, algunas de las ediciones anteriores adolecían de cuidadas transcripciones, mientras que otras no habían utilizado el texto príncipe –del año 1552-, o bien, no fueron convenientemente anotadas.

            Esta edición de José Miguel Martínez Torrejón, además de incorporar un estudio preeliminar – a modo de prólogo- del prestigioso hispanista inglés John H. Elliot, dispone de una extensa y completa introducción donde se traza un recorrido por el contenido de la obra y por las múltiples ediciones que se dieron a la estampa desde el mismo siglo XVI. Asimismo, presenta un texto extremadamente cuidado, contrastado con todos los originales de la obra, conservados en distintos repositorios. Pero lo que le da a esta edición un valor excepcional es que incorpora al texto nada menos que 383 notas a pie de página, aclarando infinidad de aspectos, tanto de carácter filológico como histórico. Y en este extenso aparato crítico se vislumbra el profundo conocimiento que el editor tiene tanto del pensamiento del dominico como del fenómeno de la Conquista.

             Como es sabido, el padre Las Casas comenzó esta relación en 1540, finalizándola en 1552. Se trata de una obra muy breve en la que en tan sólo veintiún capítulos –unos mucho más extensos que otros- explica al príncipe Felipe, las atrocidades cometidas por los conquistadores en los más diversos rincones del continente americano. Su brevedad se debía a una cuestión práctica pues no se concibió con formato libresco –para ello escribió su Historia de las Indias- sino cómo una simple carta informativa. Su objetivo era informar de la destrucción –lo que hoy llamaríamos genocidio- que se estaba perpetrando en las Indias. Como dice el editor, no sólo narró los horrores de la Conquista sino que cuestionó los fundamentos de la legitimidad de la acción española en las Indias. Que el dominico logró su fin de conmover a todos salta a la vista, pues la legislación protectora del indio estuvo desde entonces influida por el pensamiento lascasista. Y es que Bartolomé de Las Casas se adelantó varios siglos a su tiempo, pues demostró que el enfrentamiento entre civilizaciones supuestamente superiores con otras inferiores acababa siempre con la aniquilación o destrucción de la segunda, justo la premisa que la Antropología Cultural descubrió en la Edad Contemporánea (Alcina, 1985: 45).

             A la Brevísima se le ha objetado su generalidad, pues no ofrece los nombres de las personas que cometieron las tropelías y la mayor parte de los hechos que denuncia lo hace sin ofrecer detalles concretos. Sin embargo, basta cruzar la Brevísima con la Historia de las Indias para encontrar con nombres y apellidos a los perpetradores. La Brevísima fue en ese sentido un breve extracto donde de forma sintética se pretendió denunciar la forma de actuar de la España conquistadora, como el propio Las Casas insinuó.

El problema fue que sus textos fueron utilizados en el exterior y manipulados cínicamente, fundamentándose sobre ellos la Leyenda Negra. Ésta no fue más que el alegato que los europeos hicieron frente a la indiscutible primera potencia mundial que era, en esos momentos, el imperio de los Habsburgo. Y hablo de manipulación cínica porque se acusó a España de una política expansiva que todas las naciones practicaban allí donde podían, e incluso, con muchos menos prejuicios morales. Posteriormente, los criollos utilizaron la obra a su antojo, primero apoyándola, pues les sirvió para aglutinar voluntades contra la metrópolis y, luego, cuando decidieron continuar el genocidio, condenándola. Pero, lo que es indudable es que, por encima de cualquier consideración partidista, la figura del defensor de los indios debe brillar por la incansable e ingente tarea que llevó a cabo en defensa de los más desfavorecidos.

             El editor, pese a que verifica con notas a pie de página muchos de los datos ofrecidos por el dominico, pone en duda sistemáticamente todos aquellos que él no consiguió contrastar. Además continúa sosteniendo, de acuerdo con la historiografía tradicional, que muchos de sus datos no se pueden dar por validos porque, bien, se los inventó (véase la nota 96) o bien usó y abusó de la hipérbole. No comparto esta opinión pues, aunque es cierto que se equivocó en algunas cifras, no fue con la intención premeditada de exagerar sino porque le falló la memoria o cometió errores de apreciación. Entre los primeros, afirma que Santa Marta se fundó en 1523 (p. 72) cuando en realidad como observa certeramente el editor, ocurrió en julio de 1525. Asimismo, cuando habla de tres millones de indios o de que las ciudades de Nueva España estaban más pobladas que las de Toledo o Sevilla (p. 41), obviamente, no se detuvo a contar individuos no constituyendo más que estimaciones realizadas a bote pronto. Las cifras pues tienen muy escasa fiabilidad pero no por que mintiera deliberadamente sino porque carecen del más mínimo rigor científico. Asimismo, cuando alude a los ríos de la Vega, en La Española, diciendo que eran tan grandes como el Ebro, el Duero o el Guadalquivir (p. 19) resulta a todas luces exagerado pero con total seguridad ni se detuvo a medir los ríos españoles ni menos aún los dominicanos. Finalmente, señalar que el editor anota en la página veintitrés que Ovando introdujo la encomienda en 1504 cuando en realidad lo hizo en 1505. Se trata de pequeñas objeciones que en absoluto empañan el excepcional valor de esta edición.

En definitiva, quiero insistir que estamos ante la mejor edición publicada hasta la fecha de una de las obras más relevantes del pensamiento occidental.

 

 

Esteban Mira Caballos

Academia Dominicana de la Historia

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