NI UNA GOTA DE SANGRE IMPURA
STALLAERT, Christiane: Ni una gota de sangre impura. La España inquisitorial y la Alemania nazi cara a cara. Barcelona, Galaxia-Gutenberg, 2006, 537 págs.
La antropóloga belga Christiane Stallaert, siguiendo el camino iniciado unos años antes por el discutido historiador israelí Benzion Netanyahu, ha realizado un novedoso ensayo comparando la España Inquisitorial con la Alemania Nazi, sin importarle el tiempo que media entre ambos acontecimientos. La autora se mueve dentro del comparativismo constructivo que está proporcionando en las últimas décadas grandes frutos. Ya Marcel Detienne nos habló de la necesidad de comparar lo incomparable, sin miedos, porque se podrán obtener de esta forma puntos de vistas interesantes y novedosas interpretaciones. Y efectivamente, este enlace ente pasado y presente lo han llevado a cabo ya numerosos historiadores con sorprendentes y enjundiosos resultados. Por citar algunos ejemplos, Eduardo Galeano comparó el saqueo de los conquistadores con el de los tecnócratas actuales, mientras que Bartolomé Clavero estableció paralelismos entre la destrucción de las Indias en la Conquista con la contemporánea destrucción del Mayab. Este último ha insistido en la perpetuación a lo largo de los siglos, como un fenómeno de larga duración, de la discriminación de los indígenas, que llega a nuestros días, en medio de la apatía y de la pasividad de la mayoría.
La apuesta de la autora era arriesgada y, de hecho, ha recibido grandes críticas de algunos sectores de la historiografía hispana por entender que la simple comparación era inadmisible y hasta ofensiva. Sin embargo, una lectura sosegada de la obra, nos desvela los grandes frutos que puede ofrecernos la comparación histórica, aunque se trate de acontecimientos tan distantes en el tiempo. Los puentes que establece entre ellos nos ayudan a comprender que, a fin de cuentas, los intransigentes, los narcisistas y hasta los genocidas comparten aspectos en común, aunque entre ellos medien siglos y hasta milenios.
Es cierto que hubo diferencias de peso entre ambas realidades históricas, tanto cuantitativas como cualitativas. El genocidio nazi fue la forma más brutal de exterminio del diferente que haya ocurrido en la Historia. De hecho, en su perturbado afán de conseguir la pureza étnica depuraron, vejaron y finalmente asesinaron a unos seis millones de judíos –cinco millones más se salvaron porque les faltó tiempo-, además de a otras decenas de miles de gitanos, polacos, eslavos, rusos e incluso alemanes con defectos físicos o psíquicos. Ninguno de ellos estaba a la altura de lo que exigía la mítica pureza racial aria y merecían ser exterminados. Y obviamente no se trataba de la idea de un demente, pues está demostrado que muchos miembros del partido nazi, incluidos no pocos científicos, compartían los mismos ideales. En cambio, el objetivo último de la España inquisitorial no era eliminar sino incluir, es decir, integrar a las minorías dentro del más estricto casticismo católico. Asimismo, los españoles se movían más por un afán de unidad religiosa que no por un racismo biológico. El propio Felipe II lo decía con una claridad meridiana: prefiero no reinar a reinar sobre herejes.
Ahora bien, una vez enfatizadas las grandes diferencias entre ambas realidades históricas, conviene reconocer, de acuerdo con la autora, que también hubo aspectos en común. De hecho, ambos fenómenos compartieron una verdadera obsesión enfermiza por eliminar la diversidad –religiosa en un caso y étnica en el otro- y por lograr la más absoluta cohesión social. ¿Hubo racismo en la España Moderna? Los estatutos de pureza de sangre no dejan lugar a la duda. Estos mecanismos llevaban implícitas unas obvias connotaciones racistas –o si se prefiere, protorracistas- , aunque el concepto no tenga el mismo contenido que en la actualidad. Además, aunque no fuera su objetivo inicial, el casticismo español terminó provocando dramáticas exclusiones que terminaron con la expulsión de unos 100.000 judíos y cerca de 300.000 moriscos considerados irreductibles, así como con la destrucción del mundo indígena americano. Además, no podemos cuantificar el silencio y la discriminación que sufrieron miles de personas atemorizadas por el Santo Oficio. Todo ello inspirado, según Stallaert, no tanto en el odio al otro como en un enfermizo sentimiento narcisista de amor a sí mismo.
Como podemos observar, no sólo la Alemania nazi dejó víctimas en el camino. Y lo peor de todo, los nazis no consiguieron cumplir su objetivo de limpieza étnica, pero el casticismo español sí, logrando la unidad religiosa del imperio. Como muy bien afirma la autora, actualmente lloramos el genocidio perpetrado contra el pueblo judío, pero ¿quién se acuerda de los moriscos? Nadie; se trata de otra memoria escamoteada, como consecuencia del triunfo del casticismo.
La obra de Christiane Stallaert me parece excelente porque busca nuevos cauces interpretativos, mediante una metodología novedosa. Probablemente no sea casualidad que los mejores trabajos sobre la Inquisición y sobre el casticismo español estén realizados por autores extranjeros, lejos de los condicionamientos de los historiadores españoles. Pero creo que ya es hora de perder el miedo al pasado; la historia fue la que fue y de eso no es responsable nadie. De lo que se trata es de conocer la verdad histórica, por amarga que ésta sea, y a partir de ahí intentar construir un futuro mejor.
ESTEBAN MIRA CABALLOS
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