LA DECADENCIA DE OCCIDENTE
Oswald Spengler: La decadencia de Occidente. Bosquejo de una morfología de la Historia Universal. Madrid, Espasa Calpe, 2002, (ed. original en Múnich, 1923), 2 vols., 748 pp., y 806 pp.
Obra escrita durante la I Guerra Mundial y publicada poco después de acabada la contienda, fue un ingenioso intento de síntesis e interpretación filosófica de la historia universal, la cual, a su juicio, englobaba ocho grandes civilizaciones. La base de esas civilizaciones no era política, ni tan siquiera económica, sino cultural, en la que él cree encontrar el verdadero objeto histórico. Las influencias filosóficas del autor son variadas pero se notan muy especialmente las de Nietzsche, Goethe y Dilthey. Él reconoció explícitamente su deuda con los dos primeros, pero no tanto con el último.
El libro tuvo en su tiempo un éxito notabilísimo, editándose decenas de miles de ejemplares en varias ediciones que se vendieron una tras otra, en diversos idiomas. Pese a ello, en un trabajo tan ambicioso como éste, las críticas han sido muchas, aunque las podemos resumir en cuatro: primera, que presenta como propias muchas ideas que ya habían sido expuestas por otros autores con anterioridad. Segunda, que se fundamenta en una bibliografía de segundo orden, obviando obras maestras que eran perfectamente accesibles en su tiempo. Tercera, que introduce toda una plaga de imprecisiones en los datos, muchos de los cuales hierran en su cronología. Y cuarta, que establece comparaciones triviales o ingenuas en unos casos y, en otros, claramente equivocadas.
A su juicio, todas las culturas tienen un ciclo vital, que pasa por su juventud, madurez y vejez. A través de la comparación con el devenir de otras civilizaciones que había acabado su ciclo a lo largo de la historia, se permite obtener conclusiones sobre lo que ocurrirá con la civilización de su tiempo, es decir, la occidental. Según Spengler, ésta se encontraba en su fase final, es decir en su vejez, decrepitud o decadencia –de ahí el título de la obra-. El imperialismo europeo de finales del siglo XIX y principios del XX era la evidencia clara de que se encontraba en sus postrimerías. En breve, la civilización del dinero daría pasó a otra dominada por el cesarismo. La fuerza bruta de las armas dominaría en un corto plazo a los tecnócratas y su dictadura del dinero y pondría en marcha un nuevo autoritarismo, dominado por la fuerza y la sangre. Todas las grandes culturas empeñadas en buscar la razón por encima de la acción, como la minoica o la bizantina, acabaron sucumbiendo. Y eso mismo vaticinaba que le ocurriría a Europa que, ensimismada en la búsqueda de la verdad y de la justicia, caería pronto en manos de otros para los que la acción estaba por encima de la razón. Sin embargo, su interpretación partía de supuestos erróneos, entre otras cosas porque parece obvio que el problema de la Europa de su tiempo no es que estuviese dominada por la razón sino al revés, por la sinrazón del imperialismo que provocó una carrera armamentística que terminó desembocando nada más y nada menos que en las dos mayores conflagraciones mundiales de la Historia.
Oswald Spengler pretendió aportar una nueva visión de la historia, alternativa a la ofrecida medio siglo antes por Marx y Engels. Por eso fue muy bien acogida por todo un público no identificado con el socialismo. Ahora bien, mientras Karl Marx hizo una interpretación pionera y con una base científica incuestionable, la de Spengler carece de solidez y más bien parece un mosaico de retazos cuyas piezas no encajan. Como ha escrito Josep Fontana, su teoría sobre la decadencia de las civilizaciones, analizada con detenimiento, no aguanta la más mínima crítica y, por tanto, no resulta convincente ni creíble.
Es posible que los Nazis vieran con simpatía este libro que de alguna forma significaba una premonición, es decir, el asalto al poder que pronto ellos mismos protagonizarían. El Nacionalsocialismo se fundamentaba precisamente en la fuerza y en la acción, por lo que se parecían mucho al final cesarista que profetizaba Spengler. De hecho, el III Reich, liderado por Adolf Hitler, estuvo a punto de conseguir sus objetivos de expandir por gran parte de Europa un régimen racista, xenófobo y violento.
Occidente está actualmente en decadencia pero no porque se haya acabado el ciclo vital de su cultura sino porque el capitalismo sobre el que se sustenta está agonizando, fruto de sus propias contradicciones internas. Nada parecido a lo que dijo Oswald Spengler y sí a lo que predijo Marx. Ahora bien, en estos momentos se corre el peligro de que la cada vez más empobrecida clase media, permita de nuevo el advenimiento de los totalitarismos, como ocurrió en el período de Entreguerras. Habrá que estar alerta para que no termine sonando la flauta de las erróneas previsiones cesaristas planteadas por Oswald Spengler.
ESTEBAN MIRA CABALLOS
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