EL TÁBANO
VIÑUELA RODRÍGUEZ, Juan Pedro: El Tábano. Villafranca de los Barros, Imprenta Rayego, 2016, 144 Págs.
Nueva entrega del profesor Viñuela que va aproximadamente a libro por año, por lo que sus lectores habituales, estamos siempre a la espera de su nuevo trabajo. Como siempre, su lectura es un disfrute por el lenguaje ameno y coloquial que emplea, por los ensayos cortos y variados y por su habilidad para que se empiece por la página que se empiece siempre tenga sentido el texto.
En el fondo el Prof. Viñuela lo que pretende es dar sentido a la propia filosofía, como un camino para alcanzar la virtud, es decir, la excelencia. Él pretende que ésta sirva para ser mejores, dándole el valor que le daban en la Antigua Grecia. Y me gusta porque yo busco lo mismo en la historia, que pueda ser útil para construir un presente y un futuro mejor. Sin ese componente transformador del presente, ni la filosofía ni la historia tienen sentido. Y como digo, se trata de un problema común, pues muchos filósofos desvinculan su disciplina del presente, al igual que muchos historiadores se quedan en la mera narración de hechos pasados, despojando a una disciplina y a otra de su verdadero valor.
El autor reconoce que está inmerso en un proceso de transformación de su propia filosofía, pues pretende que su práctica le lleve a un grado de meditación y de paz que mejore su estado físico y mental. Y en ese sentido llega a la conclusión razonada de que filosofía y vida son lo mismo. De hecho, siguiendo a los clásicos griegos, la filosofía es la medicina ideal para curarnos del vicio de la ignorancia intelectual y emocional, buscando el bien y la verdad. Así pretende alcanzar la paz y la serenidad. Pero no solo para él, sino también para otras personas que puedan alcanzar ese grado de virtud a través de terapias filosóficas que él mismo imparte. En cualquier caso, aunque no lo diga expresamente, la búsqueda de la virtud ha sido siempre uno de los grandes objetivos de su filosofía. Y en realidad no es nada nuevo sino que se trata solo de recuperar la vieja filosofía griega que defendía que alcanzado la virtud a través de la sabiduría, los filósofos podían sanarse a sí mismos y curar a los demás.
Asimismo, define al hombre como un ser gregario y religioso. Y ello porque necesita un asidero para soportar la soledad de su existencia y el miedo a lo desconocido. De ahí que desde los primeros hombres del Paleolítico se empeñaran en construir toda una mitología ritual que a largo plazo se convertirían en religiones. De alguna forma yo creo que las religiones han sido una forma de adaptación del ser humano para favorecer su esperanza y su propia supervivencia. De ahí la necesidad de conocer el hecho religioso, pues no ha acompañado a lo largo de la historia. Aunque, esto nada tiene que ver con la enseñanza de la religión católica en las escuelas que, en opinión del autor, debería abandonarse y limitar este tipo de enseñanzas al ámbito personal. Actualmente, vivimos la emergencia de una nueva religión, la tecnociencia, idolatrada por la mayoría de los humanos que confían en el falso mito del progreso.
La educación es otra de las constantes en la obra del autor, en contra sistemáticamente de todas las leyes actuales desde la LOGSE a la LOMCE que han establecido la obligatoriedad de la enseñanza hasta los dieciséis años. En este aspecto, difiero de la opinión del prof. Viñuela, como se lo he manifestado en más de una ocasión. Quizás sería pertinente buscar una vía alternativa para esos alumnos que están en clase obligados pero en cualquier caso, a mi juicio, sería un atraso social, eliminar dicha obligatoriedad. También denuncia el autor que muchos padres deleguen la educación de sus hijos en la escuela, haciendo una grave dejación de responsabilidad. Los padres deben educarlos y los profesores deberían centrarse en enseñarlos en sus respectivas materias. Obviamente, es más cómodo para muchos progenitores despreocuparse, echar balones fuera y dejarlo todo en manos de los profesores. Pero esta apuesta resulta casi siempre perdedora para la parte más débil de la cadena, el propio muchacho.
El profesor Viñuela siempre se ha declarado un firme defensor de la Ilustración y sus valores de libertad, igualdad y fraternidad. Bien es cierto que se trata de un proyecto inacabado porque el último de los valores sigue estando inédito en el mundo actual. Eso sí, niega que el hombre sea bueno por naturaleza, como defendían los ilustrados, pues dependiendo de la afectividad y de la educación que se le dé a cada individuo desde su nacimiento podemos crear un ser bondadoso o perverso.
La sustitución del matriarcado paleolítico por el patriarcado, supuso también la implantación de un orden nuevo, el de la fuerza, el poder, la violencia y la competencia. Por eso defiende, un tanto utópicamente, la vuelta al matriarcado, en el que supuestamente reinarían las relaciones afectivas, basadas en los sentimientos naturales.
Como en otras obras que le he leído desde hace muchos años, hace una crítica al propio ser humano por su servidumbre voluntaria, es decir, que preferimos obedecer que actuar por nosotros mismos. Yo creo que es algo innato al animal gregario que somos. Nuestra propia ignorancia nos lleva a caer en el gran engaño que supone creer que vivimos en una democracia y que tenemos capacidad decisoria cuando, en realidad, estamos totalmente maniatados por el poder. Y en esta línea sitúa el caso del nacionalismo catalán, que a su juicio responde a los intereses de una oligarquía catalana que ha conseguido imponer sus ideas sobre la “maltrecha ciudadanía”. Él se decanta en contra de la independencia, aludiendo primero a lo doloroso de la ruptura para unos y para otros, porque tenemos demasiada historia en común, y segundo al hecho de que está evitando lo que realmente se necesita que es una revolución social.
Sería imposible comentar todos los aspectos a los que se refiere el prof. Viñuela, por eso, he seleccionado solo algunas de las temáticas y de los análisis que me han parecido más novedosos. El lector encontrará entre sus páginas mucho más, un verdadero bálsamo de sapiencia para entender mejor el mundo en el que vivimos.
ESTEBAN MIRA CABALLOS
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