EL PROCESO DE EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS DE ESPAÑA (1609-1614)
LOMAS CORTÉS, Manuel: El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614). Valencia, Biblioteca de Estudios Moriscos, 2011, 582 págs.
Este libro constituyó en su día lo esencial de la tesis con la que el profesor Lomas Cortés alcanzó el título de doctor por la Universidad de Valencia. En este trabajo se marcó como objetivo revisar la documentación que había manejado el historiador francés Henri Lapeyre en su clásica monografía Geografía de la España Morisca, publicada en francés en 1959, en castellano en 1986 y reeditada en 2009. En aquella ocasión, el historiador galo abordó de manera global el problema de la expulsión, en base a documentación procedente fundamentalmente del Archivo General de Simancas, concretamente de las secciones de Estado y Guerra. En su estudio se centró especialmente en cuantificar, a través de los recuentos de embarque y de los censos, la cifra total de expulsados que él cuantificó en unos 300.000 efectivos. Ello supuso un revulsivo en los estudios sobre la materia ya que hasta esa fecha ni tan siquiera sabíamos a cuántas personas había afectado tan dramática decisión.
Sin embargo, todos sabíamos que la documentación podía ofrecer otros matices que el profesor Lapeyre en su pionero estudio no abordó o simplemente analizó muy superficialmente. Por ello, Manuel Lomas, siguiendo indicaciones de sus directores de tesis, se planteó una revisión de aquella ingente documentación, buscando otros datos sobre todos relacionados con los mecanismos de expulsión y el proceso de embarque. Ello le ha permitido trazar un panorama mucho más completo del proceso, de los puertos de embarque y de los destinos.
En la primera parte del trabajo, dedicada a los moriscos valencianos, incluye un análisis detallado de las causas que movieron a Felipe III a tomar la fatal decisión. Dado que el prestigio de la monarquía estaba en entredicho desde principios de su reinado, éste optó por ganar reputación a costa de un gran acontecimiento que acallara las críticas. Si no se hizo antes fue por la influencia en contra de la expulsión del confesor del rey, fray Jerónimo Javierre. Su repentina muerte dejó a Lerma el terreno libre para convencer al monarca y a su Consejo de Estado de los beneficios que dicho decreto podían reportar. Los andalusíes moriscos pagaron el pato y la Corona decidió expatriarlos para ganar ese ansiado prestigio a nivel internacional, reforzando de paso su histórico papel de salvaguarda del dogma católico.
La estructura del libro es clásica pero muy clara y en parte deudora del propio índice del libro de Lapeyre al que pretendía completar. Además del prólogo y la introducción, hay cuatro partes, a saber: la expulsión valenciana, el proceso castellano, el destierro catalano-aragonés y la clausura del proceso. Los primeros en salir fueron los valencianos y se hizo creer que la orden solo afectaría a la zona costera de la Península Ibérica. Los andalusíes moriscos no tardaron en averiguar lo equivocados que estaban. Eso sí, la expulsión de los valencianos sirvió de experiencia para los demás territorios, lo que permitió una reducción de gastos y de efectivos militares en su implementación. Los últimos en salir fueron los mudéjares murcianos por su mayor grado de asimilación en la cristiandad. Su expulsión, aunque empezada en 1611 se prolongó nada menos que hasta 1614.
Expeler a tanta gente y trasladarlos hasta el norte de África o a Francia e Italia requirió de un gran esfuerzo técnico y administrativo. Las distintas administraciones implicadas generaron una gran cantidad de documentos que en buena parte se conservan en el archivo vallisoletano y en otros archivos locales. A nivel global supuso un alarde de vigor de la burocracia hispánica, pues la expulsión se llevó a cabo más o menos satisfactoriamente lo que no era un logro menor. Ahora bien, la maquinaria administrativa no fue perfecta y hubo que recurrir con frecuencia a la improvisación. El proceso fue complejo y se produjeron constantes choques de jurisdicciones entre las distintas autoridades. La solución de la Corona fue nombrar comisiones y comisarios con amplios poderes que en esta cuestión se situaban por encima de las autoridades locales, salvaguardando los intereses de la Corona.
Los andalusíes sufrieron todo tipo de penalidades, pues fueron robados durante el trayecto. En muchas ocasiones, a su llegada a los puertos de embarque debían esperar días y a veces semanas hasta su embarque, gastando lo poco que tenían en la compra de alimentos. Ese compás de espera terminaba provocando su ruina, pues muchos se aprovechaban de la situación inflando los precios especulativamente. Es cierto que con frecuencia se daba una gran solidaridad grupal en la que los más ricos ayudaban a los más pobres. Pero con el paso del tiempo cada vez era más infrecuente encontrar moriscos ricos, por lo que las situaciones que se vivieron fueron realmente dramáticas. En algunos casos, se les arrebataba a sus propios hijos antes de embarcar, pues en teoría habían quedado al margen de la expulsión. Así ocurrió con los hornachegos, embarcados el 16 de febrero de 1610, a los que el marqués de San Germán ordenó en última instancia quitarles a sus hijos, para evitar “que fuera desterrada gente inocente”. Un verdadero drama para aquellas familias, forzadas a marchar al exilio, expoliadas y maltratadas. Y la cosa no acababa ahí, pues el embarque se hacía en condiciones de hacinamiento y a su llegada, una vez en territorio magrebí, no siempre eran bien aceptados.
En esta reseña hemos tratado de resumir los principales aspectos tratados en esta obra, sin una mayor profundidad. Sin duda, el profesor Lomas ha cumplido con creces sus objetivos, editando este voluminoso trabajo en el que se aportan muchos detalles sobre el drama que sufrieron estos expatriados, su embarque y los puertos de arribada. Sin embargo, quede bien claro que estas pocas líneas no son suficientes para poner en valor el enorme caudal de información que atesora este libro y que el lector podrá encontrar entre sus apretadas páginas.
ESTEBAN MIRA CABALLOS
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